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¿Qué es DPV?
Drogas – Políticas – Violencias (DPV) es una plataforma multimedia que plantea una nueva mirada sobre las políticas de drogas y sus consecuencias en América Latina. Más de 70 intelectuales, fotógrafos y artistas reflexionan en DPV desde diferentes puntos de vista y formatos. Nuevos trabajos de periodistas, escritores y científicos se sumarán para construir una narrativa distinta al discurso dominante en el último medio siglo: la guerra.
El fracaso de esta guerra se mide en víctimas: sólo en México han muerto asesinadas cerca de 300,000 personas y más de 60,000 continúan desaparecidas desde 2006. Pero también en lo económico, la salud y lo social.
Los gobiernos del mundo gastan 100 mil millones de dólares al año en políticas prohibicionistas —un cuarto del total es el presupuesto de Estados Unidos para el combate contra las drogas en América Latina—. Las cárceles de nuestra región están saturadas de pequeños vendedores, campesinos y consumidores, incluso aquellos para los que las plantas psicoactivas son sagradas o terapéuticas. Y el objetivo planteado por Richard Nixon el 17 de junio de 1971 en el discurso inaugural de la guerra contra las drogas ha estado lejos de cumplirse: hoy hay más 300 millones de consumidores de sustancias ilegales en el planeta.
DPV nace ante la necesidad de plantearnos preguntas nuevas para obtener respuestas diferentes sobre unas sustancias que están mucho más rodeadas de mitos que de saberes. Para ello hemos mirado a los campesinos del cultivo de amapola en las sierras mexicanas y a la regulación del cannabis en Uruguay; a la noche sin límites en Guatemala y al uso medicinal de los hongos psicoactivos; a las consecuencias geopolíticas del prohibicionismo y el narcotráfico y a los rostros de los cocaleros en la selva boliviana. Y seguiremos ampliando la mirada para entender la complejidad del fenómeno más allá de los estereotipos.
Desde DPV planteamos nuevas narrativas para tender puentes y entender los distintos fenómenos que se dan a lo largo de la cadena de producción y consumo de las drogas. Fomentamos diálogos creativos entre investigadores, líderes de opinión, periodistas y agentes culturales. Generamos relatos profundos para encontrar nuevos sentidos. Cambiamos el punto de vista.
Después de medio siglo escuchando el mismo discurso, creemos que es hora de contar una nueva historia. Una que no solo mire nuestra región desde el prohibicionismo, el estigma y la violencia. Una historia más humana para que las políticas sobre drogas también lo sean.
cerrarVIST es una productora de contenidos multiplataforma dedicada a la investigación, el diseño y el desarrollo de narrativas visuales contemporáneas con base social y cultural. Con especial interés en el cruce entre la imagen y las nuevas tecnologías, VIST propone converger diferentes lenguajes para hacer sinergia entre ellos y construir relatos de alto impacto que alienten la reflexión y la participación de sus públicos.
El equipo de VIST está formado por una red de profesionales que provienen de diversas áreas: fotógrafos, curadores, gestores, antropólogos, lingüistas, diseñadores, sociólogos, comunicadores. A partir de ellos, VIST genera entornos de trabajo desde donde reúne distintas perspectivas sobre una misma realidad para difundir contenidos de interés en formas dinámicas e interconectadas; desde exhibiciones y encuentros presenciales hasta plataformas digitales interactivas e iniciativas en medios sociales. De esta forma, VIST se presenta como un puente entre instituciones, autores visuales, proyectos académicos, y su audiencia; como un socio estratégico a la hora de interpretar nuestro entorno y hacer visibles temáticas relevantes de la actualidad.
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DROGAS, POLÍTICAS Y VIOLENCIAS.
Del consenso global a nuevos enfoques.
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Héctor Joaquín Abad Faciolince, escritor y periodista colombiano. Es autor de los libros Angosta, que obtuvo en abril de 2005 en China el premio a la mejor novela extranjera y El olvido que seremos, sobre la vida y asesinato de su padre Héctor Abad Gómez, que fue galardonado con el premio Casa de América Latina de Portugal por el libro como mejor obra latinoamericana y el Premio Wola-Duke en Derechos Humanos. Además ha recibido el Premio Nacional de Cuento, la Beca Nacional de Novela y dos Premios Simón Bolívar de Periodismo de Opinión (1998 y 2006). En 2016 creó Angosta Editores, una editorial independiente de Colombia.
cerrarArnau Blanch Vilageliu (1983, Barcelona) trabaja con la fotografía desde su potencial narrativo y especulativo. Tras sus estudios en el Institut d’Estudis Fotografics de Catalunya (IEFC), especializándose en ensayo fotográfico, se trasladó a Nueva York para especializarse en Fotografía Documental en el ICP (International Center of Photography). Ganador de la Beca FotoPres La Caixa (2014) con Everybody Needs Good Neighbours. Este proyecto fue ganador del premio PhotoEspaña: Best Photobook (2015). Su proyecto Veneno (2008-2014) fue expuesto en 4th Lumix Festival (2014, Hannover, Alemania) y la maqueta en su formato editorial recibió una mención honorífica en el 5to Premio Iberoamericano por parte de la editorial RM (México/España). Seleccionado para el Joop Swart Masterclass del World Press Photo (2013, Holanda) participó en la publicación colectiva Next #3 con el proyecto Fantasmas.
cerrarFotógrafo y director de arte independiente, vive y trabaja en la ciudad de Guatemala. Por más de 10 años radica en Nueva York donde trabaja como fotógrafo de moda, sus imágenes han sido publicadas en revistas internacionales como, Nylon, People, Oyster, Vogue y Anthem entre otras. Es miembro fundador de Proyectos Ultravioleta en la ciudad de Guatemala. A mediados del 2017 su proyecto MACÚ (en colaboración con Byron Mármol) es curado en el libro CLAP, 15 años de los mejores libros de fotografía latinoamericana editado por 10X10 Books en Nueva York.
cerrar(1973) Barcelona, España/ América Latina
Curador independiente, investigador, editor y productor cultural.
Ha realizado múltiples exposiciones en más de 40 países, y participado en numerosos festivales internacionales de fotografía. Ha sido jurado de World Press Photo, Festival Gabo, POY Latam y Premio Nacional de Fotografía de España. Ha dirigido iniciativas como E·CO, Primer Encuentro de Colectivos Iberoamericanos en España y Brasil y el Foro Latinoamericano de Fotografía de São Paulo. Actualmente dirige VIST Projects (Visual Story Telling Projects) y Africamericanos, proyecto transmedia realizado en el Centro de la Imagen en la Ciudad de México.
cerrarCoordinador nacional para los Problemas de Drogas, Toxicodependencias y Uso Nocivo del Alcohol en Portugal y Director del Servicio de Intervención de los Comportamientos Adictivos y las Dependencias del Ministerio de Salud portugués. Miembro del consejo de administración del Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías. Creó en la región portuguesa de Algarve la primera estructura estatal de atención a toxicómanos.
cerrarSubdirector general de Drogodependencias y subdirector del Plan Director de Salud Mental y Adicciones de la Generalitat de Catalunya. Asesor de la Organización Mundial de la Salud y fundador de la International Network on Brief Interventions for Alcohol and Other Drugs y la Alcohol Policy Network. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Barcelona y máster en Drogodependencias por la Universidad de Barcelona.
cerrarPeriodista y fotógrafa venezolana. Crecer en Caracas la ha llevado a explorar cómo las sociedades responden a entornos hostiles. Actualmente trabaja para prensa internacional en América Latina y desarrolla proyectos independientes que mezclan fotografía con palabras. Es parte del 6×6 World Press Photo South America, Magnum Foundation Fellow y el VII Mentor Program.
cerrarDirector académico de la Fundación Vortex y del Observatorio sobre Redes Ilícitas Transnacionales. Ha publicado más de setenta libros y numerosos artículos sobre corrupción, ilegalidad, captura del Estado y cooptación institucional. Doctor en Economía por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, es consultor para el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y el Departamento Nacional de Planeación de Colombia.
cerrarA través de su fotografía, y ahora de sus películas, Maya Goded aborda los temas de la sexualidad femenina, la prostitución y la violencia de género en una sociedad donde la definición del rol de la mujer es sumamente estrecha y la feminidad está cercada por los mitos de la castidad, la fragilidad y la maternidad. Actualmente, está llevando a cabo un proyecto de investigación sobre las comunidades chamánicas en el continente americano, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, abordando sus aspectos sicológicos, emocionales, materiales y espirituales, y explorando su relación con la naturaleza.El trabajo de Goded transmite una sensación inusitada de intimidad y autenticidad, resultado de la confianza que logra establecer a través de los años con los personajes retratados. Esta sincronía, tan notoria en el lenguaje de los cuerpos captados por su lente, es la que suscita la empatía del espectador. No teme retratar a personas en situaciones difíciles, ya sean los valientes cuya negativa a someterse representa una amenaza para las normas establecidas, o los vulnerables, cuyas vidas son trastocadas por los conceptos de poder y control. Su mirada penetrante, su cuestionamiento permanente sobre las ideas preconcebidas, su esfuerzo por revelarnos realidades poco conocidas, su talento para celebrar la otredad y un humanismo que trasciende las barreras sociales la han hecho merecedora de premios y reconocimientos internacionales. Sus fotografías han sido expuestas en diferentes paises del mundo y ha recibido reconocimientos, como: Mother Jones Fund (San Francisco); Premio Eugene Smith y J. Simon Guggenheim (ambos en Nueva York); premio Prince Claus Fund, (Ámsterdam) y la beca del Sistema Nacional de Creadores de Artes (México) en cuatro ocasiones.
Periodista, investigadora y consultora sobre paz y seguridad. Asesora del Norwegian Centre for Conflict Resolution. Fue miembro de la Unidad del Sur Global para la Mediación (Brasil) y responsable de la campaña de desarme de Greenpeace. Ha publicado los libros Narcotráfico y crimen organizado: ¿Hay alternativas a la guerra contra las drogas? (Icaria, 2014) y Mediación con grupos armados no convencionales: experiencias latinoamericanas (2016).
cerrarEs periodista, escritor y fotógrafo. Actualmente es editor de Cosecha Roja. En revista Anfibia explora el bordado como forma de hacer periodismo. Escribió los libros Gauchito gil (2008), Sangre salada (2011) y Cómo enterrar a un padre desaparecido (2012). Fue jefe de redacción de Infojus Noticias. Escribió en diversos medios como SOHO, Brando, Revista THC, Rumbos, Miradas al Sur, Página 12, Diario Z, Tiempo Argentino entre otros. Ganó la Beca de Investigación Periodística de Avina y el primer premio en la Bienal de Arte de Cuenca junto con la Cooperativa Sub. Da clases en la carrera de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de las Artes.
cerrarArtista Visual con base fotográfica, antropólogo y curador nacido en Buenos Aires, Argentina. Entre otros premios y distinciones recibió el Premio Repsol Lima Photo en 2014 y ha sido finalista de premios internacionales entre los que se destacan el premio Burn for emerging Photographer de la fundación Magnum y el tercer premio PhotoVisura. En el año 2015 la revista TIME Magazine lo destacó como uno de los 9 fotógrafos a seguir de Argentina. Su libro Fin del Mundo ha sido galardonado con el 1er Premio al libro latinoamericano 2017.
Aparte de su trabajo como fotógrafo, colabora en actividades vinculadas a la asesoría, curaduría y gestión para distintas plataformas cuya actividad principal es el desarrollo y difusión de la fotografía contemporánea latinoamericana. En el 2017 fue el curador invitado del Festival Internacional de Fotografía San José Foto.
cerrarSargento del cuerpo de Mossos d’Esquadra de Cataluña. Jefe operativo del Grupo III Salud Pública y Anticorrupción de la Unidad Territorial de Investigación del Camp de Tarragona. Creó y dirigió el grupo de la Unidad Central de Estupefacientes en la región policial de Girona. Fue caporal y subjefe del Grupo I de la Unidad Central Operativa de Estupefacientes. Recibió la medalla al mérito de la Policía Nacional de España.
cerrarAbogado, economista, académico, investigador y político chileno. Fue Presidente de Chile entre el 11 de marzo de 2000 y el 11 de marzo de 2006. Ha sido también enviado especial de la ONU para tratar el Cambio Climático. Lagos ha sido una de las principales figuras de la Concertación de Partidos por la Democracia. Fue también una de las principales figuras opositoras a la dictadura militar de Augusto Pinochet. En la actualidad es uno de los expresidentes latinoamericanos con mayor sensibilidad sobre la necesidad de regular el consumo de estupefacientes y sus ramificaciones económicas.
cerrarInvestigador científico en el Laboratorio de Farmacología Química Molecular del INSERM y profesor de Farmacología en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde fundó el Laboratorio de Neurofarmacología. Miembro de la Academia Francesa de Farmacia, se doctoró en Neuropsicofarmacología y en Química Farmacológica. Posgrado sobre la dependencia de los opiáceos y la cocaína en el Scripps Research Institute (EEUU).
cerrarProfesora titular de Derecho Penal y directora de la cátedra extraordinaria Drogas Siglo XXI de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido directora general del Plan Nacional sobre Drogas y magistrada de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Ha asistido a reuniones de Naciones Unidas relativas a drogas y de la Comisión de Estupefacientes. Experta en la evaluación de la ley de legalización de la marihuana de Uruguay y de diversos comités internacionales. Asesora a grupos políticos sobre reglamentación del cannabis recreativo y medicinal. Es investigadora principal del proyecto “Fiscalización internacional de drogas: problemas y soluciones”.
Delegada del Gobierno español para el Plan Nacional sobre Drogas. Desde el 2015 desempeñaba el cargo de directora territorial de Sanidad en la provincia de Castellón. Ha sido presidenta de Socidrogalcohol de Valencia y ha trabajado como concejala en el Ayuntamiento de la Vall d’Uixó (Valencia). Es licenciada en Psicología por la Universidad de Valencia y está especializada en Psicología Clínica.
cerrarArtista visual ecuatoriana. Desde 1992, dirige un estudio de diseño con su mismo nombre. El trabajo gráfico de Belén abarca una amplia gama de temas relacionados con la biodiversidad ecuatoriana en todos sus sentidos. Sus proyectos han sido exhibidos en diferentes escenarios en Ecuador y en todo el mundo. El la autora de “Pachanga”, un proyecto multiplataforma a través del cual explora el universo de las polillas ecuatorianas como inspiración, utilizando sus diseños naturales como base para un análisis bidimensional de las posibilidades compositivas y cromáticas.
cerrarNació en Ciudad de México (1988) y naturalizado peruano. Su trabajo se desarrolla principalmente en los Andes y Amazonía de Perú y Suramérica. Estudió fotografía profesional y luego un master en fotografía contemporánea en el Centro de la Imagen en Perú. Su trabajo tiene una aproximación desde lo documental a temas culturales y sociales, en diálogo con otras fuentes de entendimiento de la condición humana en diferentes cosmovisiones.
Nolte ha recibido el VI National Photography Award “Eugene Courret” (2009) y la beca FONCA (2010). Fue seleccionado para Master Class del World Press Photo en Latinoamérica (2015) y recibió el Magnum Foundation’s Emergency Fund Grant (2017). Actualmente es parte del sistema de exploradores de National Geographic, desarrollando un proyecto en la Amazonía peruana. Además ha recibido el Elliott Erwitt Havana Club 7 Fellowship, proyecto presentado en Paris Photo (2017) y PhotoEspaña XX (2018). Ha publicado: PIRUW (con Leslie Searles), La primera piedra, Flor de Toé (con Versus Photo Collective), La velocidad de la deriva y Sombra de Isla. Nolte es también fundador y editor de KWY Ediciones, una plataforma editorial de fotografía para autores latinoamericanos.
cerrarAntropólogo colombiano, investigador de las dinámicas socioeconómicas de los cultivos de amapola y la política global de drogas. A finales de la década de 1990 realizó una investigación sobre la colonización amapolera en el sur del departamento del Tolima en Colombia y participó en distintos espacios de discusión con el apoyo de Acción Andina. Becario del Centro de Investigaciones en Docencia y Economía (CIDE) en México en el 2016. Ese mismo año contó con el apoyo del Programa Global de Política de Drogas de Open Society Foundations (OSF) para desarrollar una investigación sobre los cultivadores de amapola en el sur de Colombia y México en colaboración con Jorge Hernández Tinajero. La publicación de los resultados de esta investigación en el año 2018 fue posible gracias al apoyo de OSF y el Transnational Institute Amsterdam (TNI).
cerrarAntropólogo y fotógrafo. Jorge desarrolla trabajos alrededor de la identidad, la memoria y las relaciones del ser humano con su entorno, sobre todo con los cuerpos de agua. Su trabajo se desarrolla principalmente en Latinoamérica. Le interesa el desarrollo de narrativas en diversas plataformas así como la reflexión teórica al respecto. Ha recibido distintos premios y distinciones por sus proyectos fotográficos entre los que están Poy Latam en distintas categorías, Emergyn Talent de Lens Culture, Nexofoto, Premio Nacional Colombo-Suizo de Fotografía, entre otros; ha sido becario de Smart Programme, de artistas con trayectoria intermedia, entre otros. Ha sido editor del libro La fotografía está en la calle (2014); coautor de Fiestas de San Pacho (2014), autor de Savage (2018); es autor y director del proyecto multiplataforma Dulce y Salada (2019). Es fundador de CROMA Taller Visual y parte del colectivo +1. Es fotógrafo representante global de Fujifilm. Sus trabajos se han expuesto en diversos países de Europa y Latinoamerica.
cerrarProfesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de México y de Periodismo de Investigación en el CIDE. Autora de los libros Camisas azules, manos negras (Grijalbo, 2010), El cártel negro (Grijalbo, 2011), Mares de cocaína. Las rutas náuticas del narcotráfico (Grijalbo, 2014), Verdugos (Grijalbo, 2016) y PEMEX RIP (Grijalbo, 2017). Ha recibido el Premio Nacional de Periodismo de México (2010).
cerrarEscritora y periodista colombiana, especialmente conocida por su novela Delirio, ganadora del Premio Alfaguara (2004) y del Grinzane Cavour (2006). Su estilo desdibuja los límites entre identidades tradicionales, categorías y conceptos; en sus obras incorpora una mezcla de periodismo y de experiencias propias, con relatos de alta intensidad que habitualmente se desarrollan en su Colombia natal. Además de novelas, ha escrito ensayos y un libro infantil. Sus obras han sido traducidas a diversos idiomas.
Ha ejercido también como periodista y ha participado activamente en política. Desempeñó un importante papel en el proceso de negociación con la guerrilla durante los años 1980, lo que le supuso un exilio forzoso, del que pudo regresar solo después de que el Movimiento 19 de Abril (M-19) se desmovilizara. Ha trabajado en la revista Cromos y ha sido editora, entre otras publicaciones, de la revista Semana, actividad que alternó con la escritura. En México colaboró como columnista en el diario La Jornada y en la revista Proceso.
cerrarInvestigador en el departamento de Neuropsicología y Psicofarmacología de la Universidad de Maastricht (Países Bajos). Entre 2007 y 2018, fue jefe del Grupo de Investigación en Neuropsicofarmacología Humana del Hospital de Sant Pau de Barcelona. Reconocido internacionalmente como pionero en el estudio de los psicodélicos y especialista en ayahuasca, tema sobre el que ha escrito cerca de cuarenta publicaciones científicas.
cerrarFotógrafo colombiano. Federico ha trabajado para la prensa mundial en publicaciones artísticas alrededor del mundo desarrollando proyectos de fotografía documental en escenarios con diversas problemáticas sociales. Ha sido ganador del premio Hansel Mieth Preiss (2019); POY Latam en la categoría News Serie (2017), Premio especial del jurado Days Japan (2017); Seleccionado en el Eddie Adams Workshop XXVII en Nueva York, (2014); “Fotografía de violencia y sociedad en Latinoamérica”, El Salvador, (2012). Su trabajo ha sido publicado en medios como The New York Times, National Geographic, Geo, Stern, Times Magazine, Parismatch, El País España, Folha de São Paulo, entre muchos otros. En el año 2012 publicó el libro La ruta del cóndor bajo el sello de la editorial de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y la Universidad de Caldas. En 2013 publicó el libro Fiestas de San Pacho con el colectivo fotográfico +1.
El trabajo de Federico ha sido exhibido en el Museo de Arte de Caldas, el Museo de Arte de Moderno de Medellín; Video Guerrilha, una exhibición internacional de arte y fotografía en São Paulo (Brasil); Valongo international Photo Festival en Santos (Brasil); La Guardia Gallery of photographic arts in New York; Kaunas Photo festival en Lituania; Unseen Photo festival en Ámsterdam como parte del Colectivo +1. En octubre de 2017 inauguró la exhibición de Transputamierda en el Festival Gabo que le mereció el premio al mejor periodista Iberoamericano. Su más reciente exhibición Venus 41, senderos e incertidumbres fue presentado en 2018 en el Museo de Antioquia.
cerrarPresidente de la República de Colombia (1994-1998) y Secretario general de la UNASUR (2014-2017), desde donde impulsó debates acerca de la reforma de la política antidroga. Durante la presidencia de César Gaviria, fue designado Ministro de Desarrollo Económico y posteriormente embajador en España y en las Naciones Unidas. Abogado de la Universidad Javeriana de Colombia, se decidió por la carrera política en el seno del Partido Liberal.
cerrarCoordina las actividades del área de Leyes, Políticas Públicas y Derechos Humanos en el International Center for Ethnobotanical Education, Research & Service, así como el apoyo legal del programa Ayahuasca Defense Fund. Es doctora en Derecho Internacional Público. Su tesis, El régimen internacional de control de drogas: formación, evolución e interacción con las políticas nacionales. El caso de la política de drogas en España, ha recibido varios premios.
cerrarDirectora general de México Unido contra la Delincuencia, organización civil dedicada al análisis de políticas de seguridad, legalidad y justicia y al desarrollo de proyectos de prevención social de la violencia y de cultura de la legalidad. Máster en Gestión Pública y Gobernanza por la London School of Economics and Political Science y máster en Ciencias Políticas por la Universidad de París Panthéon-Sorbonne. Licenciada en Relaciones Internacionales.
cerrarComisionada de Salud del Ayuntamiento de Barcelona, ha sido investigadora de Salud Pública en la Universidad Pompeu Fabra y profesora de Ecología Política en la Universidad Politécnica de Cataluña. Investigadora en el Institut Català d’Oncologia y en el Observatori del Deute en la Globalització (ODG) – Càtedra UNESCO de Sostenibilitat, es doctora en Biología Molecular por la Universidad de Barcelona y posdoctorada por la Universidad Yale.
cerrarPeriodista mexicana que cubre asuntos relacionados con derechos humanos, especializada en las víctimas de la narcoviolencia. Cofundadora de la Red Periodistas de a pie, dedicada a la creación de redes de trabajo y seguridad para periodistas, y del laboratorio de innovación e investigación periodística Quinto Elemento Lab. Autora de Fuego Cruzado: las víctimas atrapadas en la guerra del narco y coordinadora de libros y proyectos colectivos sobre la violencia mexicana como el sitio Másde72. Ganadora del Reconocimiento de Excelencia de la FNPI en 2014 y el Premio a la conciencia e integridad en el periodismo de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard.
cerrarProfesor de Derecho Constitucional, Teoría del Estado y Derechos Humanos en la Universidad Nacional de Colombia. Es miembro de la Comisión Internacional de Juristas y del Comité de Naciones Unidas sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Columnista del periódico El Espectador, es cofundador y exdirector del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad. Ha sido perito de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
cerrarEscritor mexicano (1973) ha investigado temas tan dispares como la ergonomía de los retretes, los efectos secundarios de los fármacos contra la disfunción eréctil o la excentricidad en la literatura latinoamericana de la primera mitad del siglo XX. Anagrama ha publicado todas sus novelas, traducidas a más de una docena de idiomas. Es autor de los libros Fiesta en la madriguera; Si viviéramos en un lugar normal; Te vendo un perro y No voy a pedirle a nadie que me crea, esta última galardonada con el Premio Herralde de Novela en 2016.
cerrarFotógrafo documental chileno (1965). Corresponsal de la Agencia Redux Pictures (EUA). Estudió diseño gráfico en la Universidad VIPRO en Santiago y luego fotografía en The New School of Design, Parsons, de Nueva York. En el año 2004 comenzó su colaboración con Redux Pictures, después de trabajar por varios años con Getty Images News. Desde entonces, Villalón ha enfocado su trabajo principalmente en Latinoamérica siguiendo los aspectos culturales, sociales y políticos desde el punto de vista de una sola planta, la coca y su contraparte, la cocaína.
En el año 2004 Villalón ganó una mención honorífica en los premios POY por su trabajo “Cocaine Country” que fue foto de portada de la revista National Geographic en 17 países.
En el 2010 su trabajo “Cocaine Gangs” fue premiado con el segundo lugar del World Press photo en la categoría de noticias generales.
cerrarPerito victimólogo y criminólogo, dirigió el Instituto de Regulación y Control del Cannabis en Uruguay. Exdirector de la División de Programas y Proyectos del Ministerio del Interior de Uruguay y exdirector del Centro Nacional de Rehabilitación (primer centro de reforma penitenciaria para jóvenes) e integrante del Sistema Nacional de Emergencias. Ha sido docente de Psicología Social e Institucional en la Universidad de la República.
cerrarCodirector del Centro de Investigación sobre Abuso de Sustancias del Hudson Institute (EEUU). Exresponsable científico y subdirector asociado de la Oficina de Política Nacional sobre Control de Drogas en Estados Unidos, donde dirigió investigaciones científicas sobre aspectos relacionados con las drogas y contribuyó a coordinar esfuerzos interdepartamentales de alto nivel para la limitación de la producción de drogas ilícitas.
cerrarComisario de policía en Río de Janeiro, portavoz de Agentes de la Policía en Contra de la Prohibición y miembro del movimiento Policiais Antifascismo de Brasil. Doctor en Ciencia Política y máster en Ciencias Penales, es autor de los libros Accionistas de la nada: quiénes son los traficantes de drogas (Revan, 2007) e Indignos de vida: la forma jurídica de la política de exterminio de enemigos en la ciudad de Río de Janeiro (Revan, 2014).
cerrarHace pocos meses, en una cueva rocosa seca de la altiplanicie andina boliviana, a 3900 metros de altitud, se encontró intacta la bolsa de cuero de un chamán indígena que fue enterrado allí hace mil años, alrededor del año mil de nuestra era, cinco siglos antes de que Colón atravesara el océano Atlántico. Lo más interesante de este hallazgo arqueológico son los objetos y las sustancias que se encontraron en la bolsa del chamán indígena: dos tabletas de inhalación con trazas de ayahuasca y cocaína. Un tubo de madera más largo para aspirar la droga, bolsitas hechas con hocico de zorro para guardarla. La curiosidad geográfica y comercial del asunto es que esas sustancias no se producían en las altas cimas desérticas de los Andes, sino en las húmedas selvas de la Amazonía, a cientos de kilómetros de distancia. Llevamos, pues, por lo menos mil años moviendo hojas de coca de la Amazonía, a 300 metros de altitud, a los Andes más lejanos y más altos. Hojas de coca y otras sustancias que, debidamente mezcladas, alteran la conciencia.
Otro hallazgo arqueológico interesante se produjo hace poco en la China. Así lo resumió un portal de noticias: “Los científicos encontraron restos de cannabis conservados en quemadores de incienso funerarios de 2500 años de antigüedad en el cementerio de Jirzankal, en las regiones montañosas de Pamir, en el este de China. Según publican en la revista «Science Advances», los habitantes del lugar seleccionaban las plantas con niveles más altos de agentes psicoactivos y las fumaban como parte de los rituales mortuorios. Quizás de esa forma conseguían comunicarse con los muertos o ahondar en su lado más espiritual”. Es posible que el chamán indígena usara esas drogas con fines terapéuticos o en rituales de muerte o sanación. La hipótesis más económica sobre el uso del cannabis en el ritual mortuorio chino, sería que esta alteración de la conciencia ayudaba a elaborar un duelo reciente.
Las vasijas con trazas de vino más antiguas están datadas hace unos 8 mil años, en una bodega situada en la actual Georgia. Elogios del vino se leen en Hesíodo, en Homero, en la Biblia y, ya en tiempos más cercanos, en los Rubaiyat de Omar Jayam, el poeta, astrónomo y matemático persa que vivió en Nashipur entre los años 1048 y 1131. A él se le debe que llamemos x a las incógnitas de las ecuaciones (en árabe shay, que es “cosa” o “algo”, algo que no sabemos todavía). Los Rubaiyat, es decir, Cuartetos, de Jayam, contienen varios elogios del vino. Un excéntrico inglés, Edward Fitzgerald, en 1859, traduce del persa y ordena en inglés algunos de los cuartetos de Jayam, que se popularizan en Occidente. Borges insinúa que Jayam y FitzGerald son un solo poeta, o que tal vez el persa (un defensor de la metempsicosis) reencarnó momentáneamente en el inglés. Antes que Borges, muy a principios del siglo XX, el gran poeta bilingüe y dipsómano Fernando Pessoa ensayó traducciones de las traducciones de FitzGerald. Escribió que, en realidad, más que el autor de los Rubaiyat, Jayam fue el inspirador de los mismos, creados en inglés por FitzGerald. Un poeta de mi ciudad, Carlos Ciro, a su vez, tradujo así uno de los Cuartetos de Pessoa:
Al gozo, la pena sigue y el gozo a esta.
Ora bebemos el vino porque es fiesta,
ora bebemos el vino porque hay dolor.
Pero de uno y de otro vino nada resta.
Hay en estos cuartetos una pequeña y gran sabiduría sobre el uso de las sustancias psicoactivas (y el alcohol es una de ellas): nos gustan en la alegría, para estar más contentos y mantener este estado excepcional; nos gustan en la tristeza, para soportarla, y soñar con que es efímero ese estado esencial. Diré una obviedad: la vida es dura, y para soportarla, el ser humano lleva milenios buscando y probando sustancias que nos la hagan más llevadera. La anestesia es una de esas sustancias, también el opio, el vino, la marihuana, la coca, todas las que quieran, más o menos útiles, más o menos dañinas, más o menos mortíferas, letales, morbosas, excitantes, depresivas, tranquilizantes, somníferas, alertígenas.
Nuestra pasión por el vino, y su prestigio, como tantas otras cosas en Occidente, nos vienen de Grecia. A decir verdad, los griegos tomaban vino aguado. Para ellos la proporción ideal para tomar vino era la siguiente: dos partes de agua por una de vino. A los niños les daban también, pero con tres partes de agua. Y naturalmente, a los que no bebían vino así, los criticaban del modo más denigrante y xenófobo posible. Según Mark Forsyth (en su divertido A Short History of Drunkenness) como los egipcios bebían cerveza, estos eran bárbaros para los griegos; y como los tracios bebían vino sin cortarlo, estos también eran bárbaros. Los únicos que sabían pensar y beber eran los griegos.
Y así llegamos al punto principal del argumento que me propongo exponer aquí: Una sustancia, una droga, se la califica como moralmente buena –o mala– según el prestigio que esta tenga, según los buenos poemas que haya inspirado, pero, sobre todo, según quién la produzca y le saque provecho económico. Si yo produzco vino, es bueno; si tú produces cerveza o vodka, es malo. Si yo produzco whisky, es bueno; si tú produces ron, es malo. Así mismo: si yo produzco opioides, es bueno; si tú produces cocaína, es malo. Cuando los británicos producían opio en sus colonias, esta sustancia era una cosa tan buena que si el emperador de la China decidía prohibir su entrada al país, se le declaraba la guerra para obligarlo a legalizar su comercio. Las “guerras del opio” del siglo XIX se hicieron para obligar a la China a permitir la entrada y la venta de opio en su territorio.
La “guerra contra las drogas”, en la cual estamos enfrascados hace decenios, refleja una actitud colonial parecida, ya no de parte de la reina de Inglaterra, sino de parte del presidente de Estados Unidos.
El año pasado don Donald Trump declaró que la crisis de los opioides en su país era una “emergencia de salud”. Para no tener que gastar plata en adictos resolvió rasgarse las vestiduras, pero no declarar que la muerte de decenas de miles de conciudadanos suyos fuera una “emergencia nacional”, en cuyo caso se habrían liberado automáticamente recursos para combatir la epidemia. Así la declaración le sale gratis y el presidente queda más o menos bien ante su público moralista, pronunciando palabras sentimentales.
Al hacer el discurso Trump aprovechó para recordar lo urgente que es construir una especie de “muralla china” que separe su país limpio, moral e íntegro, de los bárbaros mexicanos, que obviamente son los culpables de envenenar a la juventud norteamericana.
Pero si uno mira los datos que divulgan las mismas autoridades sanitarias de EE. UU. y sus periódicos más prestigiosos, la crisis de los opioides (drogas sintéticas con efectos parecidos a los que producen la heroína o la morfina) no se origina en productos importados ilegalmente. La mayoría de la gente que está muriendo por sobredosis de drogas no fallece por la heroína mexicana ni por la cocaína colombiana, sino por drogas legales formuladas por los médicos estadounidenses y despachadas en las grandes cadenas de farmacias, tipo CVS. Los nuevos adictos y muertos por sobredosis de ese país, que son en su mayoría blancos, se envician inicialmente porque sus médicos les recetan painkillers, es decir, analgésicos muy fuertes, opiáceos sintéticos, mucho más potentes que la heroína y la morfina.
La epidemia de opioides que se ha detectado en EE. UU. y que está matando más gente que el SIDA en su peor momento, está asociada a varias drogas legales, especialmente al fentanyl, pero también al Vicodin o al oxycodone, que se distribuyen en las farmacias o por internet, y que a veces se revenden como si fuera heroína. El fentanyl es 50 veces más potente que la heroína. Y hay otra droga sintética incluso más letal, el carfentanil, que se usa para dormir elefantes, y que es 100 veces más potente que el fentanyl. Bastan pocos granitos de carfentanil en la lengua para matar un humano. Sepan ustedes que hoy en día los mayores expertos en eutanasia son los veterinarios, más que los médicos, y que en las epidemias de suicidios químicos, los más útiles arcángeles de la muerte son estos expertos en sacrificar sin dolor animales.
Pero volvamos a los opioides y a los Estados Unidos. Ya algunos estados como Ohio y Mississippi han demandado por daños a la gran industria farmacéutica (MkKesson, Purdue Pharma, Johnson & Johnson, etc.) por producir y comercializar sin controles píldoras que son el primer paso para la adicción o el último paso para la muerte por sobredosis. Pero lo triste es que hace poco la DEA no pudo hacer aprobar una ley que hacía más fácil enjuiciar a estos grandes fabricantes de drogas legales adictivas y mortales: los republicanos, aliados de Trump y aliados de la industria farmacéutica, lograron vetar esta ley.
Es decir: si lo que es adictivo y mata se produce en EE. UU., su producción y comercio es legal y provechoso. Pero si otras cosas que matan (aunque maten menos) se producen en Colombia o en México, entonces nosotros sí estamos obligados a declarar una guerra inútil y despiadada contra los narcos. ¿Por qué no harán más bien una guerra y una serie sobre los narcos de corbata gringos, que matan más gente que los narcos nuestros? Tal vez porque los narcos de allá son químicos de bata blanca y los de acá campesinos de botas y sombrero.
¿Saben ustedes cuáles son los productos más letales que puede haber, y cuya exportación es perfectamente legal, y cuyos barones, industriales y magnates no pueden tener más prestigio? Hombre, muy fácil, las armas. Los fabricantes de armas, y sobre todo, los comerciantes de armas, intercambian cocaína colombiana por armas norteamericanas, rusas, israelíes, suecas, italianas, incluso españolas. La cocaína es ilegal, las Beretta son legales. La heroína es ilegal, las Kaláshnicov son legales. También en este caso la ética imparcial juzga sobre los efectos dañinos de unas u otras según quién las produzca. Oh casualidad de las casualidades. Desde cuando la marihuana se empezó a producir con eficiencia y provecho en California y otros estados, de repente, empezó a parecer mucho menos inmoral legalizar su consumo. Si Colombia exportara metralletas producidas en Cali y más baratas que las gringas, estoy seguro de que estas, de repente, serían armas mortales. Mientras tanto no son más que inofensivas máquinas de defensa personal contra los facinerosos.
Termino con una reflexión sobre el tabaco. En mi ciudad, Medellín, acaba de cerrar una fábrica que tenía 120 años de antigüedad y empleaba miles de obreros. Producían cigarrillos tan célebres como el Pielroja, pero también Marlboro colombiano, y otras marcas. ¿Saben algo? En Colombia, el célebre país de las drogas estimulantes (cafeína, cocaína, anfetaminas), se consume mucho menos tabaco que en Europa. Esto se debe a grandes campañas educativas sobre el daño que hace ese humo en el cuerpo. Si nosotros dedicáramos las enormes sumas de dinero anuales que gastamos en combatir las drogas, en campañas para combatir su uso indiscriminado, y los riesgos para la salud de los adolescentes que tienen el uso de la marihuana, el alcohol, el crack o los pegantes, tendríamos resultados mucho mejores para la salud pública general. Cuando uno defiende la libertad de comercio de las sustancias que alteran la percepción de la realidad, se nos acusa de inmediato de drogadictos, marihuaneros, borrachos, inmorales que queremos envenenar a la juventud. Y no. La defensa de la libertad es una defensa de la autonomía individual, de la madurez y la capacidad de decisión de las personas. Sobre todo de las personas mejor educadas. Si alguien, después de saber a lo que se expone, insiste en que prefiere seguir consumiendo drogas, porque de otra manera la vida no le gusta, o se le hace insoportable, creemos que esa persona es madura, y tiene derecho a decidir sobre su vida. Incluso a hacerle daño a su vida.
Hace pocos meses, en una cueva rocosa seca de la altiplanicie andina boliviana, a 3900 metros de altitud, se encontró intacta la bolsa de cuero de un chamán indígena que fue enterrado allí hace mil años, alrededor del año mil de nuestra era, cinco siglos antes de que Colón atravesara el océano Atlántico. Lo más interesante de este hallazgo arqueológico son los objetos y las sustancias que se encontraron en la bolsa del chamán indígena: dos tabletas de inhalación con trazas de ayahuasca y cocaína. Un tubo de madera más largo para aspirar la droga, bolsitas hechas con hocico de zorro para guardarla. La curiosidad geográfica y comercial del asunto es que esas sustancias no se producían en las altas cimas desérticas de los Andes, sino en las húmedas selvas de la Amazonía, a cientos de kilómetros de distancia. Llevamos, pues, por lo menos mil años moviendo hojas de coca de la Amazonía, a 300 metros de altitud, a los Andes más lejanos y más altos. Hojas de coca y otras sustancias que, debidamente mezcladas, alteran la conciencia.
Otro hallazgo arqueológico interesante se produjo hace poco en la China. Así lo resumió un portal de noticias: “Los científicos encontraron restos de cannabis conservados en quemadores de incienso funerarios de 2500 años de antigüedad en el cementerio de Jirzankal, en las regiones montañosas de Pamir, en el este de China. Según publican en la revista «Science Advances», los habitantes del lugar seleccionaban las plantas con niveles más altos de agentes psicoactivos y las fumaban como parte de los rituales mortuorios. Quizás de esa forma conseguían comunicarse con los muertos o ahondar en su lado más espiritual”. Es posible que el chamán indígena usara esas drogas con fines terapéuticos o en rituales de muerte o sanación. La hipótesis más económica sobre el uso del cannabis en el ritual mortuorio chino, sería que esta alteración de la conciencia ayudaba a elaborar un duelo reciente.
Las vasijas con trazas de vino más antiguas están datadas hace unos 8 mil años, en una bodega situada en la actual Georgia. Elogios del vino se leen en Hesíodo, en Homero, en la Biblia y, ya en tiempos más cercanos, en los Rubaiyat de Omar Jayam, el poeta, astrónomo y matemático persa que vivió en Nashipur entre los años 1048 y 1131. A él se le debe que llamemos x a las incógnitas de las ecuaciones (en árabe shay, que es “cosa” o “algo”, algo que no sabemos todavía). Los Rubaiyat, es decir, Cuartetos, de Jayam, contienen varios elogios del vino. Un excéntrico inglés, Edward Fitzgerald, en 1859, traduce del persa y ordena en inglés algunos de los cuartetos de Jayam, que se popularizan en Occidente. Borges insinúa que Jayam y FitzGerald son un solo poeta, o que tal vez el persa (un defensor de la metempsicosis) reencarnó momentáneamente en el inglés. Antes que Borges, muy a principios del siglo XX, el gran poeta bilingüe y dipsómano Fernando Pessoa ensayó traducciones de las traducciones de FitzGerald. Escribió que, en realidad, más que el autor de los Rubaiyat, Jayam fue el inspirador de los mismos, creados en inglés por FitzGerald. Un poeta de mi ciudad, Carlos Ciro, a su vez, tradujo así uno de los Cuartetos de Pessoa:
Al gozo, la pena sigue y el gozo a esta.
Ora bebemos el vino porque es fiesta,
ora bebemos el vino porque hay dolor.
Pero de uno y de otro vino nada resta.
Hay en estos cuartetos una pequeña y gran sabiduría sobre el uso de las sustancias psicoactivas (y el alcohol es una de ellas): nos gustan en la alegría, para estar más contentos y mantener este estado excepcional; nos gustan en la tristeza, para soportarla, y soñar con que es efímero ese estado esencial. Diré una obviedad: la vida es dura, y para soportarla, el ser humano lleva milenios buscando y probando sustancias que nos la hagan más llevadera. La anestesia es una de esas sustancias, también el opio, el vino, la marihuana, la coca, todas las que quieran, más o menos útiles, más o menos dañinas, más o menos mortíferas, letales, morbosas, excitantes, depresivas, tranquilizantes, somníferas, alertígenas.
Nuestra pasión por el vino, y su prestigio, como tantas otras cosas en Occidente, nos vienen de Grecia. A decir verdad, los griegos tomaban vino aguado. Para ellos la proporción ideal para tomar vino era la siguiente: dos partes de agua por una de vino. A los niños les daban también, pero con tres partes de agua. Y naturalmente, a los que no bebían vino así, los criticaban del modo más denigrante y xenófobo posible. Según Mark Forsyth (en su divertido A Short History of Drunkenness) como los egipcios bebían cerveza, estos eran bárbaros para los griegos; y como los tracios bebían vino sin cortarlo, estos también eran bárbaros. Los únicos que sabían pensar y beber eran los griegos.
Y así llegamos al punto principal del argumento que me propongo exponer aquí: Una sustancia, una droga, se la califica como moralmente buena –o mala– según el prestigio que esta tenga, según los buenos poemas que haya inspirado, pero, sobre todo, según quién la produzca y le saque provecho económico. Si yo produzco vino, es bueno; si tú produces cerveza o vodka, es malo. Si yo produzco whisky, es bueno; si tú produces ron, es malo. Así mismo: si yo produzco opioides, es bueno; si tú produces cocaína, es malo. Cuando los británicos producían opio en sus colonias, esta sustancia era una cosa tan buena que si el emperador de la China decidía prohibir su entrada al país, se le declaraba la guerra para obligarlo a legalizar su comercio. Las “guerras del opio” del siglo XIX se hicieron para obligar a la China a permitir la entrada y la venta de opio en su territorio.
La “guerra contra las drogas”, en la cual estamos enfrascados hace decenios, refleja una actitud colonial parecida, ya no de parte de la reina de Inglaterra, sino de parte del presidente de Estados Unidos.
El año pasado don Donald Trump declaró que la crisis de los opioides en su país era una “emergencia de salud”. Para no tener que gastar plata en adictos resolvió rasgarse las vestiduras, pero no declarar que la muerte de decenas de miles de conciudadanos suyos fuera una “emergencia nacional”, en cuyo caso se habrían liberado automáticamente recursos para combatir la epidemia. Así la declaración le sale gratis y el presidente queda más o menos bien ante su público moralista, pronunciando palabras sentimentales.
Al hacer el discurso Trump aprovechó para recordar lo urgente que es construir una especie de “muralla china” que separe su país limpio, moral e íntegro, de los bárbaros mexicanos, que obviamente son los culpables de envenenar a la juventud norteamericana.
Pero si uno mira los datos que divulgan las mismas autoridades sanitarias de EE. UU. y sus periódicos más prestigiosos, la crisis de los opioides (drogas sintéticas con efectos parecidos a los que producen la heroína o la morfina) no se origina en productos importados ilegalmente. La mayoría de la gente que está muriendo por sobredosis de drogas no fallece por la heroína mexicana ni por la cocaína colombiana, sino por drogas legales formuladas por los médicos estadounidenses y despachadas en las grandes cadenas de farmacias, tipo CVS. Los nuevos adictos y muertos por sobredosis de ese país, que son en su mayoría blancos, se envician inicialmente porque sus médicos les recetan painkillers, es decir, analgésicos muy fuertes, opiáceos sintéticos, mucho más potentes que la heroína y la morfina.
La epidemia de opioides que se ha detectado en EE. UU. y que está matando más gente que el SIDA en su peor momento, está asociada a varias drogas legales, especialmente al fentanyl, pero también al Vicodin o al oxycodone, que se distribuyen en las farmacias o por internet, y que a veces se revenden como si fuera heroína. El fentanyl es 50 veces más potente que la heroína. Y hay otra droga sintética incluso más letal, el carfentanil, que se usa para dormir elefantes, y que es 100 veces más potente que el fentanyl. Bastan pocos granitos de carfentanil en la lengua para matar un humano. Sepan ustedes que hoy en día los mayores expertos en eutanasia son los veterinarios, más que los médicos, y que en las epidemias de suicidios químicos, los más útiles arcángeles de la muerte son estos expertos en sacrificar sin dolor animales.
Pero volvamos a los opioides y a los Estados Unidos. Ya algunos estados como Ohio y Mississippi han demandado por daños a la gran industria farmacéutica (MkKesson, Purdue Pharma, Johnson & Johnson, etc.) por producir y comercializar sin controles píldoras que son el primer paso para la adicción o el último paso para la muerte por sobredosis. Pero lo triste es que hace poco la DEA no pudo hacer aprobar una ley que hacía más fácil enjuiciar a estos grandes fabricantes de drogas legales adictivas y mortales: los republicanos, aliados de Trump y aliados de la industria farmacéutica, lograron vetar esta ley.
Es decir: si lo que es adictivo y mata se produce en EE. UU., su producción y comercio es legal y provechoso. Pero si otras cosas que matan (aunque maten menos) se producen en Colombia o en México, entonces nosotros sí estamos obligados a declarar una guerra inútil y despiadada contra los narcos. ¿Por qué no harán más bien una guerra y una serie sobre los narcos de corbata gringos, que matan más gente que los narcos nuestros? Tal vez porque los narcos de allá son químicos de bata blanca y los de acá campesinos de botas y sombrero.
¿Saben ustedes cuáles son los productos más letales que puede haber, y cuya exportación es perfectamente legal, y cuyos barones, industriales y magnates no pueden tener más prestigio? Hombre, muy fácil, las armas. Los fabricantes de armas, y sobre todo, los comerciantes de armas, intercambian cocaína colombiana por armas norteamericanas, rusas, israelíes, suecas, italianas, incluso españolas. La cocaína es ilegal, las Beretta son legales. La heroína es ilegal, las Kaláshnicov son legales. También en este caso la ética imparcial juzga sobre los efectos dañinos de unas u otras según quién las produzca. Oh casualidad de las casualidades. Desde cuando la marihuana se empezó a producir con eficiencia y provecho en California y otros estados, de repente, empezó a parecer mucho menos inmoral legalizar su consumo. Si Colombia exportara metralletas producidas en Cali y más baratas que las gringas, estoy seguro de que estas, de repente, serían armas mortales. Mientras tanto no son más que inofensivas máquinas de defensa personal contra los facinerosos.
Termino con una reflexión sobre el tabaco. En mi ciudad, Medellín, acaba de cerrar una fábrica que tenía 120 años de antigüedad y empleaba miles de obreros. Producían cigarrillos tan célebres como el Pielroja, pero también Marlboro colombiano, y otras marcas. ¿Saben algo? En Colombia, el célebre país de las drogas estimulantes (cafeína, cocaína, anfetaminas), se consume mucho menos tabaco que en Europa. Esto se debe a grandes campañas educativas sobre el daño que hace ese humo en el cuerpo. Si nosotros dedicáramos las enormes sumas de dinero anuales que gastamos en combatir las drogas, en campañas para combatir su uso indiscriminado, y los riesgos para la salud de los adolescentes que tienen el uso de la marihuana, el alcohol, el crack o los pegantes, tendríamos resultados mucho mejores para la salud pública general. Cuando uno defiende la libertad de comercio de las sustancias que alteran la percepción de la realidad, se nos acusa de inmediato de drogadictos, marihuaneros, borrachos, inmorales que queremos envenenar a la juventud. Y no. La defensa de la libertad es una defensa de la autonomía individual, de la madurez y la capacidad de decisión de las personas. Sobre todo de las personas mejor educadas. Si alguien, después de saber a lo que se expone, insiste en que prefiere seguir consumiendo drogas, porque de otra manera la vida no le gusta, o se le hace insoportable, creemos que esa persona es madura, y tiene derecho a decidir sobre su vida. Incluso a hacerle daño a su vida.